Muerte del papa Francisco: primer latinoamericano y primer jesuita en asumir el pontificado

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El papa Francisco falleció a los 88 años, enfrentando problemas de salud, y siendo el primer papa latinoamericano en la historia. Conocido por su sencillez y compromiso con los desfavorecidos, desde su elección en 2013, abordó con firmeza temas como la pobreza, la corrupción y la exclusión. Durante su pontificado, buscó reformar la Curia Romana, luchó contra los abusos sexuales en la Iglesia y promovió la igualdad y la apertura. A lo largo de su vida, Francisco mostró una fuerte autoridad moral y una postura progresista en temas sociales, aunque su posición sobre moral sexual fue más conservadora. Su legado incluye tres encíclicas que marcan su compromiso con la fe, la ecología y la fraternidad.

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El papa Francisco, máxima autoridad de la Iglesia católica, falleció este 21 de abril a la edad de 88 años, confirmó el Vaticano.

El religioso enfrentó diversos problemas de salud en los últimos años, como dolores en una de sus rodillas, la cadera, una hernia abdominal y una bronquitis recurrente.

El pasado 17 de febrero, la Santa Sede informó que la infección del tracto respiratorio del papa presentaba un “cuadro clínico complejo” que requeriría hospitalización. El frágil estado de salud del papa marcó sus últimas semanas de vida.

El primer papa latinoamericano

Jorge Mario Bergoglio, primer latinoamericano y primer jesuita en asumir el pontificado, fue también el primer papa en elegir el nombre de Francisco, en homenaje a San Francisco de Asís, el santo de los pobres.

El 13 de marzo de 2013, cuando el poco conocido cardenal argentino fue elegido como máximo representante de la Iglesia Católica, nadie podía imaginar la forma en que abordaría los espinosos temas que le esperaban.

Durante sus años en la Santa Sede, Francisco denunció continuamente la pobreza, el neoliberalismo, la corrupción y la exclusión.

Conocido como el “el padre Bergoglio” en su país natal, Francisco nunca dejó de dar prioridad a los desfavorecidos y encaró diversos desafíos en la milenaria institución.

Vocación a los 17 años

Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires en el seno de una modesta familia de inmigrantes italianos.

Su padre, Mario José, originario de Turín (Piamonte), era contable y empleado ferroviario; su madre, Regina Maria Sivori, originaria de Génova (Liguria), cuidaba de sus cinco hijos, de los que el futuro prelado era el mayor.

Tras estudiar para técnico químico, su vocación tomó forma a los 17 años, durante una confesión. “Fue la sorpresa, el asombro de un encuentro; me di cuenta de que alguien me estaba esperando. Esta es la experiencia religiosa: el asombro del encuentro con alguien que te espera”, confesó más tarde el pontífice.

Tras decidir ordenarse sacerdote a los 21 años, Jorge Bergoglio ingresó en el noviciado jesuita de Córdoba (centro de Argentina) en 1958.

Hizo sus primeros votos dos años después, el 12 de marzo de 1960. Luego estudió filosofía y teología, fue profesor de literatura, filosofía y psicología.

De hecho, a los 23 años llegó a Chile para hacer el Juniorado, una etapa de la formación jesuita conformada por estudios humanísticos, intermedia entre el noviciado y la filosofía. Finalmente, fue ordenado sacerdote en la madrugada en que cumplía 33 años, el 13 de diciembre de 1969.

Vivió un año en España y posteriormente hizo su profesión perpetua -su entrada pública en la vida religiosa- con los jesuitas en Argentina en abril de 1973, a la edad de 36 años.

Tras seis años como provincial jesuita, fue nombrado rector de un colegio y de las facultades de Teología y Filosofía. Pero fue en Alemania, de 1986 a 1988, donde completó su tesis doctoral en filosofía y teología.

El 20 de mayo de 1992, Juan Pablo II le nombró obispo auxiliar de Buenos Aires.

Cinco años más tarde, fue promovido a arzobispo coadjutor de Buenos Aires, el equivalente a un cardenal adjunto.

Estrecho colaborador del cardenal de la capital argentina, Antonio Quarracino, Jorge Bergoglio le sucedió como arzobispo de la Iglesia argentina a la edad de 61 años, cuando falleció en febrero de 1998. Se negó a alojarse en la residencia reservada a los prelados.

En 2001, convertido en cardenal, sugirió a los fieles que no fueran a Roma para celebrar su cardenalato y que donaran el dinero del viaje a los pobres.

En 2013, tras la sorprendente renuncia del papa Benedicto XVI en febrero, se convocó un cónclave en marzo. El 13 de ese mes, la tradicional fumata blanca salió de la Capilla Sixtina: el jesuita argentino, con fama de hombre sencillo y humilde, era elegido para el papado.

Su presentación a la multitud, desde el balcón de la basílica de San Pedro, anunciaba una nueva era: aparecía vestido simplemente con una túnica blanca y su cruz pectoral de metal, sin los ornamentos pontificios -tiara, cruz de oro, cetro-.

Otra novedad fue que llamó a los fieles a rezar por él, antes de pronunciar la bendición urbi et orbi. Este momento confiere a la ceremonia una gran sobriedad.

El nuevo pontífice se sitúa como fiel y se situó en pie de igualdad con el pueblo, rompiendo con el estilo de sus predecesores. Los romanos llegarían incluso a decir “Non fa il papa” (“No hace de papa”).

“Mi pueblo es pobre y yo soy uno de ellos”

Predicador de una doctrina social de la Iglesia, Jorge Bergoglio siempre fue un feroz crítico del ultraliberalismo y de la globalización desenfrenada.

Vivió bajo la dictadura militar entre 1976 y 1983 -lo que dio lugar a una polémica sobre su actitud durante ese periodo- y se ubicó del lado de los más pobres y dio prioridad a los excluidos, a los que abandonan la escuela y a los que carecen de seguridad social. Estas opciones se reflejaron en su pontificado con el énfasis puesto en la causa de los extranjeros y migrantes indocumentados.

En los años 90, cuando Argentina atravesaba una grave recesión y el presidente Carlos Menem aplicaba una política muy liberal, Jorge Bergoglio le criticó duramente, acusándole de “deshacer cada vez más el tejido social”.

Aficionado al fútbol y seguidor de uno de los grandes clubes de la capital, San Lorenzo, siempre fue muy apreciado en su diócesis. Recorrió todo el lugar, tanto en metro como en autobús, durante sus 15 años de ministerio episcopal. “Mi pueblo es pobre y yo soy uno de ellos”, dijo en varias ocasiones.

En Buenos Aires, Jorge Bergoglio, que siempre abogó por un estilo de vida sencillo, optó por vivir en un sobrio piso en lugar de en una lujosa mansión a su disposición. También se desplazó en transporte público, rechazando la limusina oficial.

Opuesto a la globalización desenfrenada, declaró en 2009 que la pobreza es “una violación de los Derechos Humanos”.

Encarnó una fuerte autoridad moral, hasta el punto de ser la única fuerza de oposición al matrimonio Kirchner -entonces al frente de Argentina-, cuyo autoritarismo denunció constantemente.

Grandes proyectos de reforma

Nombrado, según algunos, para “limpiar” el Vaticano, el papa abrió el espinoso tema de la reforma de la Curia romana -el Gobierno de la Santa Sede- y de su funcionamiento, el de la gestión de los abusos sexuales en la Iglesia, y se posicionó en gran medida a favor de los inmigrantes.

Hasta su llegada, la Curia funcionaba de forma feudal. En 2014, en un duro discurso, el papa Francisco lanzó una campaña destinada a “curar” a la institución de sus 15 enfermedades espirituales (“rivalidad”, “vanidad”, “meditación”, “Alzheimer espiritual”…) mediante 12 remedios sugeridos un año después, orientados a la apertura (a los laicos en particular), la igualdad, el trabajo colectivo, la descentralización o la ejemplaridad…

Puso en marcha la reforma e inauguró nuevos ministerios (Familia, Comunicación, Economía). Transformó y saneó la Institución para las Obras de Religión (IOR), el equivalente a un banco vaticano. Se cerró una cuarta parte de sus cuentas, racionalizando así su gobierno económico.

Francisco dio más peso a los laicos, así como a las mujeres, no dudando en nombrarlas al frente de ciertas comisiones o dicasterios.

Otro cambio importante es la rotación de los miembros de la Curia, nombrados por un mandato de cinco años (renovable a petición de la jerarquía). A partir de ahora, las personas llegan al Vaticano para servir a la Iglesia y no para hacer carrera. Se ha reforzado el control del papa sobre la administración.

“Vergüenza” ante los abusos sexuales

Ante los numerosos escándalos de abusos sexuales, que desencadenaron crisis repetidas, Francisco se vio obligado a reaccionar: expresando su “vergüenza”, trabajó por un cambio de cultura y la reparación, y no dudó en destituir a algunos cardenales. También apoya el informe Sauvé (2021) sobre la pedocriminalidad en la Iglesia católica francesa.

Si la posición de Jorge Bergoglio sobre las cuestiones sociales ha permanecido invariable a lo largo de su vida, no puede decirse lo mismo de la moral sexual: el hombre que se oponía ferozmente al aborto, al matrimonio homosexual y a la contracepción, moderó su postura una vez convertido en papa.

En 2010, Jorge Bergoglio se opuso enérgicamente a la ley que legalizaba el matrimonio homosexual en Argentina. En aquel momento, la virulencia de sus comentarios sobre la homosexualidad -un “demonio infiltrado en las almas”- escandalizó. También se pronunció en contra del derecho de los transexuales a cambiar de sexo en el registro civil.

Pero una vez convertido en papa, interrogado en julio de 2013 a bordo del avión papal sobre la cuestión de la homosexualidad y el “lobby gay” del Vaticano, Francisco compartió su visión: “Si una persona es gay y busca al Señor con buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”.

Al hacer hincapié en “la misericordia y el perdón”, el pontífice sugiere un cambio de paradigma en la Iglesia. Pero en 2018, Francisco abogó por psiquiatrizar a los niños con tendencias homosexuales, creando una nueva polémica y obligando a la Santa Sede a dar marcha atrás.

En cuanto a su legado escrito, Francisco ha publicado tres encíclicas, cartas solemnes dirigidas por el papa a los fieles de todo el mundo.

Las encíclicas se consideran los hitos espirituales de un pontificado, ya que señalan el camino a seguir. Tras “Lumen fidei”, sobre la fe, en 2013, “Laudato si”, publicada en 2015, está dedicada a la salvaguardia de la casa común (es decir, la ecología). En 2020, “Fratelli tutti” se centra en la fraternidad y la amistad social.

Por último, marcado por el arrepentimiento y el perdón pedido, entre otros, a los refugiados rohingya en Bangladesh, por una fuerte empatía hacia los palestinos, el pontificado de Francisco trató de arrojar luz sobre los más débiles y de situar un catolicismo fraterno en el centro de las problemáticas mundiales.