La música es una de las formas más poderosas de arte que tenemos. A menudo, nos encontramos escuchando música en momentos de alegría, tristeza, emoción o simplemente para relajarnos. La música tiene el poder de influir en nuestro estado de ánimo y emociones de muchas maneras diferentes.
El sonido y la música siempre han estado ligados al ser humano y por tanto, ligados a las emociones. Ya nuestros primeros antepasados empleaban los sonidos y la música como herramienta de supervivencia y de comunicación.
En 2001, los neurocientíficos Anne Blood y Robert Zatorre de la Universidad McGill en Montreal demostraron que las personas que escuchan música placentera activa regiones del cerebro llamadas límbicas y paralímbicas, que están conectadas a respuestas eufóricas, como las que experimentamos con el sexo, la buena comida o las drogas adictivas. Estas respuestas proceden del impulso generado por el neurotransmisor conocido como dopamina.
Nuestra relación con la música llega hasta tal punto, que ésta es capaz de alterar nuestro estado emocional. Nuestro cerebro ha ido evolucionando y a lo largo del proceso ha ido incluyendo a los sonidos como pieza fundamental con la que crear patrones junto a las emociones y así, decodificar nuestro entorno.
¿Cuáles son los beneficios de la música?
La música fortalece el aprendizaje y la memoria, regula las hormonas relacionadas con el estrés, permite evocar experiencias y recuerdos, incide sobre los latidos, la presión arterial y el pulso y modula la velocidad de las ondas cerebrales.
Escuchar o tocar música, nos ayuda a concentrarnos pero además favorece a la producción de óxido nítrico, una sustancia vasodilatadora, ayuda también a la liberación de serotonina, reduce los niveles de cortisol, hormona responsable del estrés y la ansiedad.
¿Qué género es recomendable escuchar?
La música clásica permite conectar con las emociones a un nivel más profundo. Según algunos estudios, escuchar música clásica suave un par de veces a la semana ayudaría a reducir sus niveles de estrés y ansiedad.
- Complementa el tratamiento de enfermedades neurológicas: Diversos estudios han demostrado que este género musical ayuda a pacientes con enfermedades mentales como el Alzheimer y el Parkinson y otras enfermedades que afectan al cerebro humano. Y además se utiliza como una herramienta que favorece la buena predisposición de los pacientes para hacer otros ejercicios para el fortalecimiento de la memoria.
- Ayuda a combatir el insomnio: Los ritmos y patrones de este tipo de música hacen que el cerebro cree un estado de ánimo meditativo y unas ondas cerebrales lentas. Todo esto favorece a que se pueda conciliar el sueño nuevamente.
- Estimula la creatividad: Mejora la capacidad de memoria, de atención y de concentración en los niños sobre todo, estimulando el área derecha del cerebro, mejorando así la capacidad de realizar cualquier actividad artística, como la pintura por ejemplo, potenciando así el desarrollo integral del niño.
- Mejora el cerebro social y empático: La música clásica estimula áreas del cerebro que comúnmente se ven estimuladas por el lenguaje. Se atribuye a la música el mismo efecto que se produce cuando escuchamos una voz de otra persona, un efecto de calidez asociado a nuestras raíces como seres sociales.
- Ayuda a la integración: Los casos de personas con trastorno del espectro autista que expresan a través de la música lo que no pueden decir con palabras son una prueba de su carácter integrador y social. Y en el caso de la música clásica, además, favorece la disminución de las conductas de activación y ansiedad que manifiestan algunas personas con autismo. Sin duda, la música acaricia su alma.
Sin duda alguna y como ya hemos visto, la música genera muchas cosas positivas en nuestra vida y sobre todo en nuestra salud, así que considerarla parte de nuestra rutina diaria, nos ayudaría significativamente.